Ascenso del Levante UD: El largo regreso a la Ítaca granota

Tres viajes de ida y vuelta atraviesan el ascenso de 2025: la odisea de Vicent Iborra, el eterno retorno del Levante a la elite, y la memoria recuperada del fundador, José Ballester Gozalvo

Iborras celebra el ascenso sobre el césped de El Plantío

Iborras celebra el ascenso sobre el césped de El Plantío / EFE

José Luis García Nieves

El exilio, la odisea, el éxodo. El viaje, siempre forzoso; el viaje que te aleja del paraíso deseado, forma parte de la mitología granota, de nuestra épica nacional. Los cuarenta años de ‘destierro’, lejos de la Primera, entre 1965 y 2004. El ‘exilio’ de los cabanyaleros, cuando perdieron su estadio junto al mar y tuvieron que emigrar al centro de València, con Vallejo convertido en su nueva casa a la que llegaban en ‘trenet’. La desorientación de esos mismos levantinistas, en las décadas de plomo de los 70 y los 80 en el actual Nou Estadi, un templo entonces entre huertas y acequias donde acceder era una aventura.

Siempre hay un viaje complicado en la historia del Levante. En este glorioso ascenso, el de 2025, vuelven a confluir tres viajes de ida y vuelta que, al mismo tiempo, son las historias que nos definen, las que están escritas con la tinta imborrable de la resistencia. Es la historia de Vicent Iborra, determinado a resarcirse del dramático día del Alavés y devolver al Levante a su lugar. La historia de Ballester Gozalvo, el fundador que eligió el exilio y solo quiso volver a una España democrática. Es la historia del mismo Levante UD, que vive con una brújula donde el norte siempre marca el regreso a Primera División.

Vicent Iborra

“Único, indescriptible y especial poder vivir tu propio cuento. Gracias vida, gracias Levante UD”. Así, ebrio de euforia y ‘sentiment’, resumía el capitán lo vivido el 25 y el 26 de mayo de 2025. Sin embargo, más que un cuento de hadas, lo de Vicent Iborra ha sido un poema épico en blaugrana. Ha sido la Odisea de Ulises, aquel héroe griego que se fue a hacer la guerra y encontró mil obstáculos para volver a su hogar. En el caso de Vicent, su Ítaca (el hogar perdido del héroe) no era solo el Levante: era el Levante en Primera División.

Su sueño, el cuento de hadas, quedó abortado tras su primer y dilatado regreso, el del hijo pródigo en 2023. Una década, como el héroe de Troya, ganando títulos y conociendo las mejores ligas, con un ojo siempre puesto en València. Tras el descenso, estaba escrito que el Levante de Iborra, Pubill y De Frutos regresaría a la elite como un huracán. Pero el penalty de Villalibre se interpuso. El peor final. De la peor manera. Con las peores consecuencias. Ruina y drama. Allí, el cuento se convirtió en epopeya, con Iborra obligado de nuevo a exiliarse por las normas económicas de la Liga. Escogió Grecia. No podía ser de otra manera. Volvió a ganar. Y volvió a regresar con una obsesión. 

Este es el ascenso de Iborra, el de persistir, el de caer y levantarse. Es el ascenso del Levante ganador que enterró el ‘yunque’ en 2009. Y son las coordenadas que deben volver a guiarnos en el regreso, sobre las que Pepe Danvila debe construir el nuevo Levante: esfuerzo, compromiso, responsabilidad, sensatez, pertenencia, comunidad. Un proyecto previsible, blindado ante los bandazos de los últimos años. Y todo empieza acelerando la construcción de la Ciudad Deportiva de Nazaret. Otro regreso: este, a los Orígenes.

La locura del Ayuntamiento con el ascenso del Levante UD

Germán Caballero

Ballester Gozalvo, París

Esta semana, la del ascenso, el club ha anunciado definitivamente el regreso a casa del fundador, José Ballester Gozalvo, y su esposa Teresa Molins, medio siglo después de su muerte y entierro cerca de París, en 1970. Tras la guerra de España, este político, maestro, pedagogo, abogado y humanista escogió el exilio forzoso. No fue hasta 2008, con las investigaciones por el Centenario del club, cuando afloró su nombre y participación decisiva en la fundación del Llevant Football Club, la rama marítima del club, hace 116 años. Fue su empeño y su pasión, el de sus hermanos y amigos, el que se homenajea cada vez que se canta “En 1909 naix el club…”.

Ballester, que fue un importantísimo miembro del exilio republicano en Francia durante tres décadas, también tenía una ‘Ítaca’, un hogar perdido al que anhelaba regresar. Juró solo volver a una España democrática por la que luchaba desde fuera. Esta semana, en feliz coincidencia con el ascenso, se han concretado las dos décadas de esfuerzos de historiadores, aficionados, familiares, la Diputación de Valencia y el propio club, por dignificar su figura y su legado levantinista, humanista y político. ‘Pepet i Tereseta’ serán enterrados en el cementerio del Cabanyal, previsiblemente el próximo mes de septiembre.

José Ballester Gozalvo

José Ballester Gozalvo / Levante UD

Levante UD, a Primera

Es la historia que se repite, por sexta vez, el ‘eterno retorno’ al lugar al que siempre ha sentido que pertenecía, aunque durante décadas fuera una quimera. En un club históricamente maniatado por las urgencias, un ascenso siempre es un hito existencial, una cuestión de supervivencia. Este ascenso no ha sido una excepción. Como en 2004, como en 2010, como en 2017, el regreso a la élite insufla oxígeno a un club que parece que sólo tiene futuro en Primera.

Sin embargo, en esta ocasión, el hito tiene otras connotaciones. Lo vivido, entre el Plantío y la plaza del Ayuntamiento del ‘cap i casal’, es un ascenso también de categoría social. El Levante ha crecido en masa social y en grado de pertenencia. Este es el ascenso de una generación, entre los 10 y los veintepocos años. La siembra del ‘club de los niños’, el mayor legado de Quico Catalán, ha creado un levantinismo vivo, rejuvenecido, hambriento. Son los jóvenes que lloraban el día del Alavés. De ese drama, muchos no se hubieran levantado. Pero el Levante siempre regresa, por larga que sea la travesía.

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