La canción más bonita del mundo

Celebración en la fuente de las Cuatro Estaciones

Celebración en la fuente de las Cuatro Estaciones / sd

Ismael Algarra

Ismael Algarra

València

Es el ascenso de un vestuario que recorrió el camino con la mente limpia pese a convivir en un club golpeado en los últimos tiempos.

No soy de los que pregonen lo de que el fútbol nos debía una; más bien de los que piensan que el destino, por muy cruel que sea, nunca dicta las cosas por casualidad. Y al Levante le tenía preparado algo muy grande. ¿Para cuándo? Pues no tenía ni idea. Igual que la vida decidió arrebatarnos un sueño de la manera más dolorosa que se recuerda en la historia del fútbol, ahora nos lo ha devuelto de la forma más alucinante posible, con un final de cuento, para curar la herida, reventar el yunque, sacar infinitas sonrisas entre tanto contratiempo y regresar al lugar que jamás debimos abandonar.

El penalti más injusto del mundo transitaba por nuestro ecosistema sin intención de marcharse, agazapado, como una ‘mosca cojonera’ y preparado para hacer de las suyas. Porque en los días previos amenazó con volver como ese nubarrón negro que genera la tormenta más devastadora. Es entendible que al ver tan cerca la luz sacáramos ese agorero que llevábamos dentro, aunque la realidad es que el Levante de Calero nos había dado motivos de sobra para rebelarnos contra todo. 

Pero cuando rodó el balón en El Plantío, con el doblete de Fer Niño, el error de Pablo Martínez desde los 11 metros o la interminable intervención del VAR en el 1-1 de Morales, parecía que el destino nos abofetearía otra vez. Hasta veía visiones de Villalibre tocando la puñetera trompeta. Una imagen insoportable. Un recuerdo que había que destrozar, sobre todo en la mente de esos peques que se plantaron en Burgos con la ilusión de ir el lunes al cole con la camiseta de su Levante… y en Primera. Me acuerdo de Álvaro, que tenía dos exámenes el día siguiente, y se llevó la alegría de su vida cuando su padre Carlos le dijo que no estaban en la estación de Joaquín Sorollá para despedir a la afición sino que se preparara porque iba a vivir una experiencia inolvidable junto a su papá, su tío Ramón y su iaio Lorenzo. Por cierto, los dos exámenes salieron fantásticos.

En el momento más inoportuno y que con más de 2.000 entregados granotas en la grada y muchísimos más haciendo fuerza desde un montón de rincones, el Levante mostró su peor versión hasta el minuto 84. Porque las cosas estaban saliendo al revés y ese mantra que había acompañado a Calero desde el día de su presentación se evaporaba cuando no tocaba. En el césped, el enredo era mayúsculo y en la afición, la exhibición era de Primera de principio a fin. Los jugadores no podían fallar y escribieron del 84 al 96:47 la canción más bonita del mundo. El héroe en El Plantío fue Carlos Álvarez. Un gol para siempre. La diana de la inconsciencia. La enésima maravilla del mejor jugador de la categoría. Una obra de arte de Primera. La celebración más desenfrenada que recuerdo, dejándonos llevar por las lágrimas del éxtasis y el alivio. Sin previo aviso, sin un permiso, como si nada. El éxito es el de un equipo que habla en colectivo y que disfruta y sufre unido. Un vestuario ambicioso que recorrió el camino con la mente limpia pese a convivir en un club golpeado en los últimos tiempos. 

Ni deportivo ni económico (que por supuesto que también), la mayor recompensa de este ascenso radica en la masa social, en la recuperación de esa conexión con los que siempre están, pero que necesitaban curar las heridas del 17 de junio de 2023. Y ahora, además, con todos esos niños y niñas que sienten hasta el extremo el verdadero Orgull Granota y que necesitaban que sus lágrimas fueran de alegría. Menudo alivio ha sido escapar de una categoría criminal, esquizofrénica, que desgasta y tritura a cualquiera. Y por eso había que celebrarlo a lo grande. Porque no hay mejor sensación que compartir la alegría. Porque disfrutar de un sentimiento juntos no tiene precio. Con mis indispensables. Orriols, grítalo fuerte… ¡¡¡Somos de nuevo de Primera División!!! Y Calero tenía razón: todo ha salido bien. Gracias Levante.

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