Opinión

Melodía desencadenada de Luis Enrique

Luis Enrique muestra hasta qué punto ser productivo estar por encima del bien y del mal en las relaciones personales en el fútbol

Luis Enrique celebra el título de la Champions League en el Allianz Arena

Luis Enrique celebra el título de la Champions League en el Allianz Arena / EFE

Nadie explica el fútbol como Pablo Leiva y a él recurrí, como siempre, la noche del domingo, en ‘Línia de Fons’, tras la exhibición del PSG de Luis Enrique en la final de la Champions. Resumiría la esencia de su descripción en una oda al fútbol total. Añadiré más cosas. Dado que el fútbol es el tema de conversación más fácil y son infinitas las interacciones, la consecuencia es una fuente constante de disputas con los demás, más o menos explícitas, muy por encima del beneficioso poder lubricante que tiene para engrasar las difíciles relaciones humanas. Por todo ello, observar a un personaje como Luis Enrique, a quien le importa un carajo la opinión del prójimo, siempre resulta terapéutico. 

Llevarse bien, llevarse mal, qué más da. Es una de las conclusiones del documental sobre Luis Enrique que ha emitido Movistar. Lo importante es morir fiel a uno mismo. Hagas lo que hagas en esta vida, cuando muramos, nos recordarán por cualquier anécdota estúpida, que, además, estará exagerada al antojo del relator. Para Luis Enrique, la esencia de su vocación es la de competir. 

Una de mis escenas favoritas es en la que describe el momento en que el jugador Luis Enrique acaba su carrera. Ni sus hijos le recordarán en el campo, dice, ni él sabe muy bien qué hacer después sino competir. ¿Tú sabes lo «amigo» que te puedes hacer de alguien que compite por las mismas cosas que tú con la misma camiseta que tú? ¿Sabes cuánto puedes querer a un tipo que no aguantas cuando te da una asistencia de gol? En definitiva, el fútbol es un deporte tan absurdamente feliz que no está reñido con la enemistad. 

Luis Enrique demuestra hasta qué punto puede ser productivo estar por encima del bien y del mal en las relaciones personales dentro del fútbol. La muerte de su hija terminó de romper los miedos vitales que pudiera tener y que a todos nos atenazan en nuestro día a día. La fuerza de su comunicación verbal y no verbal cuando intenta convencer a Mbappé de que debe defender como Michael Jordan resulta épica. La misma fuerza con la que no le tiembla el pulso para admitir que el equipo dejaría de girar a su alrededor, una vez tuvo claro que se marcharía al Real Madrid. Sin miedo a llevarse bien o mal. Aceptando como única divisa el criterio personal que impone como entrenador. Una franqueza difícil de gestionar pero que suele agradecerse por parte del jugador. 

Por todos es sabido que Luis Enrique no ha sido una persona agradable con los medios de comunicación. Le gusta manejarse en el barro, en la crítica. Podría tener algo de pose, pero el documental explica la verdad que esconde este resorte mental del entrenador. Una de las cuestiones más importantes en la vida es romper barreras con los demás. Llevarse bien o mal es una cosa bastante sobrevalorada. Luis Enrique ha logrado algo que cualquiera de ustedes y nosotros desearía: tener la paz mental de exponer su criterio, caiga quien caiga. En resumen: egocéntricos lo somos todos. Pero sinceros sólo hay uno: Luis Enrique. 

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