Opinión
Ron Corberán, el nuevo combinado de Lim
La petición de socorro de Lim en Navidad preguntándole por el de Cheste dejaba a las claras que algo se cocía

Carlos Corberán y Ron Gourlay, coincidiendo en una rueda de prensa / WBA
En Mestalla se está preparando un nuevo combinado. No hablamos de cócteles de terraza ni de brebajes veraniegos, aunque con este club uno nunca sabe. Se llama “Ron Corberán” y, como todo buen combinado, por mucho que aparezca explicado en carta, genera dudas: ¿será digestivo o se te subirá a la cabeza a los diez minutos? ¿Agitar antes de usar o mejor dejar reposar? Lo cierto es que el escocés Gourlay y el chestano Corberán ya compartieron barra en el West Bromwich, y ahora quieren repetir la mezcla en Valencia. El problema es que aquí la resaca institucional y deportiva no la perdona ni un chupito de ‘cassalla’.
El Ron Corberán promete ser fuerte de entrada, con cuerpo británico y toques de presión alta. Una mezcla escocesa y valenciana que, sobre el papel, suena a propuesta seria, estructurada y con método de destilería futbolística. Pero todo eso es la teoría, ahora falta la práctica. Como cuando ves en la carta ese brebaje que suena espectacular pero luego te resulta ácido, insípido o indigesto. Algo así ocurre con la llegada de Ron Gourlay, que uno ve su trayectoria y parece haber ido de más a menos - con todo el respecto a los clubes, claro- algo así como cuando mezclas en lugar de agitar -como diría James Bond-, además de la disparidad de opiniones que te encuentras por el camino.
Gourlay, ex CEO del Chelsea, Manchester United, West Bromwich Albion, Reading y Al Alhi, ha sido elegido para poner orden en el club, como ese profesor sustituto que entra en clase cuando ya se ha quemado hasta el timbre. Viene con galones, con acento british y, atención, con un viejo conocido: Carlos Corberán. ¿Casualidad? No lo creo. De hecho la petición de socorro de Lim en Navidad preguntándole por el de Cheste dejaba a las claras que algo se cocía -sin que oliéramos nada los de aquí-.
La jugada huele a intento de reeditar la fórmula Mateu-Marcelino: un director ejecutivo con galones que se entiende con el entrenador, que le protege, que le da poder. ¿Te suena de algo? Claro. Pasó una vez. Funcionó. Y duró lo que tardó en cruzarse Peter Lim con una idea absurda. Así que antes de emocionarnos, mejor echamos el freno y abrimos el paraguas.
Porque sí, Gourlay tiene más experiencia que la mayoría de los que han pasado por el local management últimamente. Pero esto no es el Chelsea. Aquí no hay un Abramovich, ni fichajes de 50 millones, ni tiempo para dejar trabajar. Aquí hay necesidad económica, fogueo, ruido, presión y un estadio al que le han robado tantas ilusiones que ya no se fía ni de su sombra.
¿Será Gourlay el primer ejecutivo con poder real desde Mateu? ¿Será Corberán el Marcelino sin sidra? ¿Será el preludio de una venta? ¿O será esto otro episodio más en la tragicomedia interminable del valencianismo? Vete tú a saber. Pero lo cierto es que el dúo ya está tomando forma. Y en esta ciudad, cuando dos se entienden de verdad, pueden pasar cosas. O al menos, pueden durar un par de meses antes de que estalle el siguiente incendio.
De momento, el «Ron Corberán» está en fase de preparación. Los ingredientes parecen casar y estar bien elegidos, pero en Valencia ya no se fía nadie del barman que hay en Singapur. Porque aquí hemos probado combinados de todos los colores: desde el «Mateu con Marcelino» que nos hizo volar, hasta esos mejunjes improvisados con sabor a arrepentimiento. Así que sí, ojalá brindemos por cosas con este nuevo dúo… pero con la servilleta cerca, por si se nos indigesta.
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